miércoles, 25 de noviembre de 2009

Los Tiburones y la Revolución


El grupo Queen visitó a Venezuela en 1981, año de mi nacimiento. Desde entonces, de una manera instintiva, he tenido la sospecha de que siempre llego tarde a las mejores cosas de la vida. Fue a finales de noviembre de 1991, cuando la noticia de su muerte recorría el mundo, que me enteré de que existía, o había existido, un tipo llamado Freddy Mercury.

En esa misma época, comencé a seguir los juegos de nuestra liga de béisbol y a ser fanático de los Tiburones de La Guaira. Al igual que con mis gustos musicales, mi afinidad beisbolera no pudo ser más inoportuna y desfasada. La temporada 91-92 es recordada por los seguidores de La Guaira como el umbral de la desgracia. A partir de allí tendría lugar una debacle sin precedentes en la historia de nuestro béisbol y de nuestro país. Ocho temporadas consecutivas sin clasificar a la segunda ronda; un récord, dos veces alcanzado, de derrotas al hilo (14 juegos seguidos en la 93-94 y 15 en la 2004-2005), bajas sensibles en el campo y en las gradas, como sucedió en el año 95 con el asesinato de Gustavo Polidor y la muerte de José Ignacio Cabrujas (quien, como buen tiburón de ciudad, falleció de un infarto en las aguas de una piscina). Una cadena de sucesos, pues, que le da consistencia y temblor a esa nube negra que se posó sobre el equipo en los años 90. Una nube funesta que desataría su torrente en diciembre de 1999, en el trágico deslave en el estado Vargas, donde morirían miles de habitantes y fanáticos naturales de La Guaira, entre ellos un hijo y un nieto de Pedro Padrón Panza: los herederos de un equipo que, con estas muertes, ha quedado huérfano.
De manera que, al menos en materia de béisbol, he sido criado en la resistencia y el dolor. Ser fanático de los Tiburones de La Guaira es una variante tropical-venezolana del estoicismo. Es saberse elegido para la derrota y fortalecer aún más la convicción a medida que se va cumpliendo ese destino. En ese sentido, esta afición colinda también con una forma sutil de judaísmo: es añorar un pasado idílico y no vivido (me refiero, sobre todo, a los fanáticos que, como yo, no llegaron a presenciar las hazañas de las primeras décadas del equipo) y esperar cada año, con ilusión renovada, la llegada de un Mesías, de una salvación siempre postergada, que nos devuelva el título.

Ahora me doy cuenta de que mi incipiente gusto por el béisbol coincidió con las primeras luces que atisbé en materia política. Digo esto porque yo nací y viví en La Pastora hasta los 16 años. De modo que en febrero y noviembre del 92 comprendí en medio de las detonaciones que, a sólo dos cuadras de mi casa, existía algo tambaleante llamado democracia, y que en ese preciso instante se fracturaba. Quizás por estas razones, con el pasar de los años, he terminado por asociar dos frases, que a su vez representan dos esperanzas distintas, que a su vez me parecen las vertientes contrapuestas de lo que, en principio, fue un mismo sueño. Cada que vez que escucho a alguien decir que “este año se muere Fidel”, inmediatamente lo interpreto como el negativo de ese anhelo luminoso que destella en el fuero interno de todos los fanáticos de La Guaira cuando afirman que “este es el año de los Tiburones”. Y es que los Tiburones de La Guaira (mejor conocidos, en los 80, como “La guerrilla”) fueron como una revolución dentro del béisbol nacional. Fundado en 1962, apenas 3 años después de la Revolución cubana, el equipo escualo representó y logró en materia deportiva el sueño político que en Venezuela no pudo cuajar. La alternativa que representan los Tiburones no ha hecho sino adquirir consistencia a través de las derrotas, no ha hecho sino borrar su carga simbólica hasta el punto de constituirse en una opción real. Ser fanático de los Tiburones de La Guaira es la única forma que encuentro actualmente, sin arrodillarme ni perder la dignidad, de acercarme a un pensamiento de izquierda.

Texto: Rodrigo Blanco
Fotografía: Garcilaso Pumar

5 comentarios:

  1. Rodrigo, me da curiosidad saber cómo decidiste ser fanático de los tiburones?¿ Alguien te inició en ese culto? ¿Es hereditario?¿Viral?¿Y recuerdas ese momento en el que dijiste por primera vez: soy de los tiburones?. Tu que sabes de historias y giros: ese fue un "turning point" en tu vida. En mi caso, jugador desde niño en una época de gloria del Caracas, fue muy fácil anotarme con los leones del todopoderoso Armas & Cía. como la mayoría de mis hermanos (2 de 3). hay uno que es de los tiburones, adhesión que se lo atribuyo a una especie de lealtad hacia mi padre, quien es de los tiburones. Saludos

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  2. Excelente texto, Rodrigo.
    Mi caso también resulta patético: yo abandoné la afición beisbolera tras los recurrentes fracasos noventeros de los Tigres de Aragua. No sé cuándo fue el momento en el que, por primera vez -como sugieren en el comentario previo-, dije: "soy de los Tigres". Sí recuerdo mis ensoñaciones con baterías impotentes: Jesús Chalao Méndez, José "Cheo" García, Rafael D'Lima, un pitcher gringo -el mejor que recuerdo- llamado Ronald Clayton -algo así- y otros más nulos. Más tarde aparecería mi héroe de juventud Eduardo Pérez. Sin embargo, inmerso en la derrota y en los partidos malos me retiré de esa afición en particular y del beisbol en general.
    Mi renuncia coincidió con la consolidación -en los hechos, en los números y en la historia escrita (no tengo afán de discutir esto con fanáticos de otras Escuelas)- del mejor equipo de beisbol de Venezuela del siglo XXI. Tengo entendido -sin ser un erudito en el tema- que lo que han hecho los Tigres en los últimos diez años no lo ha hecho otro equipo en mucho tiempo.
    ¡Qué bolas! ¡Y yo que cuando era niño decía que David Concepción era un tipo arrechísimo!
    En fin... Buen trabajo, buen blog. Saludos.
    Lautaro Sanz.

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  3. Dónde queda el Atlético de Madrid en todo el texto?

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  4. Querido Ángel:

    De acuerdo a Freud, la cosa empezó por fidelidad a mi madre, que es la única fanática de los tiburones en mi familia. Pero después se transformó en una pasión autónoma. Vas al estadio y te atrapa ese tipo particularísimo de afición t listo. No hay más qué explicar.

    Y, no sé, la verdad es que el Caracas y el Magallanes, pero sobre todo el Caracas, me producen alergia. Debe ser por aquello de que nunca me gustó sábado sensacional...

    Lautaro, cuánto lamento su renuncia. Yo sigo aquí, esperando...

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  5. están sabrosos estos textos, rodrigo. están buenos.

    y disculpen que haya manchado este suelo un antifanático, un tipo sin pasión deportiva de ninguna especie. un maracucho adoptivo que sólo piensa en fichas de dominó cuando escucha la palabra juego.

    abrazos, sinar.

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